Yo amo al Señor
porque él escucha mi voz suplicante.
Por cuanto él inclina a mí su oído,
lo invocaré toda mi vida.
Salmo 116:1-2
Las anteriores expresiones del salmista reflejan lo agradecido que se encontraba debido a que en momentos de angustia clamó al Señor, le contó sus problemas y se desahogó de todas aquellas cosas que le quitaban la paz. Nosotros podríamos desahogarnos de muchas maneras, pero esto no garantiza que por ello seamos escuchados y eso es lo que realmente marca la diferencia.
Nadie ama lo que no conoce, a menos que se enamore del concepto que él mismo se haya creado sobre algo o alguien. Para que el salmista se haya enamorado del Señor, tuvo que haber tenido un encuentro personal con Dios y haber experimentado una respuesta contundente de parte de Dios que no le dejara duda de que REALMENTE estaba siendo escuchado.
El Señor va más allá de escucharnos, cuando lo invocamos él mete su mano y hará todo lo que sea necesario para socorrernos. Así que hoy te invito a que le abras tu corazón, le cuentes tus problemas y esperes pacientemente. Ten por SEGURO que ÉL TE SOCORRERÁ.
Un mensaje para reflexionar y compartir
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