El comprender la intención de Dios con nosotros detrás de sus mandamientos nos llevará a deleitarnos en ellos, ya que no los veremos como una carga sino como una bendición.
Tus estatutos son mi herencia permanente;
son el regocijo de mi corazón.
Salmo 119:111
Dios sabe lo que necesitamos, pero también conoce nuestras tendencias y lo imprudentes que podemos llegar a ser si no recibimos la debida orientación. Es por eso que estableció sus estatutos como las señales de tránsito en la peligrosa autopista de la vida. El salmista comprendió todo el bien que le hacía el guardar los mandamientos de Dios y por eso se aferraba tan firmemente a ellos al punto de llamarlos "su herencia permanente".
Hoy nosotros tenemos esa misma oportunidad de comprobar la buena voluntad de Dios al brindarnos la debida orientación a través de sus mandamientos. No los menospreciemos, más bien, alegrémonos en ellos.
Un mensaje para reflexionar y compartir
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