Alguien me dijo alguna vez que Dios no debería perdonar a ese tipo de personas que han cometido ciertos pecados y llevado estilos de vida deplorables (que no listaré para no herir susceptibilidades) porque ellos nunca cambian, ante lo cual yo le respondí que Dios no perdona a nadie que no se arrepienta de verdad. En el mundo se confunde el concepto de arrepentimiento con remordimiento, puesto que se cree que arrepentirse es darse golpes de pecho lamentando lo que se hizo e incluso se disfrutó en su momento.
No obstante, cuando la Biblia habla de arrepentimiento se refiere a reconocer que lo que se hizo estaba mal, rechazarlo desde el fondo de nuestros corazones y apartarnos por completo de esa conducta o estilo de vida sin mirar atrás.
Si en verdad enmiendan su conducta y sus acciones, si en verdad practican la justicia los unos con los otros, si no oprimen al extranjero ni al huérfano ni a la viuda, si no derraman sangre inocente en este lugar, ni siguen a otros dioses para su propio mal, entonces los dejaré seguir viviendo en este país, en la tierra que di a sus antepasados para siempre.
Jeremías 7:5-7
Por tanto, si queremos ser aprobados por Dios se hace estrictamente necesario que rechacemos toda conducta que vaya en contra de lo que a Dios le agrada y dediquemos nuestras vidas a complacerlo. Y sabemos que por el amor que nos tiene, siempre nos llevará a ser la mejor versión de nosotros mismos convirtiéndonos, no solo en personas de bien sino en luz para las naciones, ejemplo para los que no le conocen.
Un mensaje para reflexionar y compartir
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